Este artículo es una traducción de un original en inglés, publicado en Proletarian Revolution no. 39 (primavera 1991).


Cuba enfrenta la amenaza de los EE.UU.

“Socialismo en un solo país” no es la respuesta

Tres décadas después de la revolución, la población cubana enfrenta un futuro peligroso. Con el fin de la Guerra Fría y el comienzo del “Nuevo Orden Mundial” de George Bush, Cuba se enfrenta ahora a un imperialismo estadounidense mucho más agresivo. La perdida de la ayuda soviética pone en peligro su subdesarrollada y atribulada economía. El colapso de Estalinismo en Europa amenaza con dejar a Cuba como el único reducto aislado del “socialismo”.

El aplastamiento de Irak por parte de George Bush tuvo el propósito de intimidar a cada país del “tercer mundo”, especialmente al que hubiese retado a sus poderosos vecinos por tanto tiempo. Aun antes de la Guerra Del Golfo, el fin de régimen Sandinista en Nicaragua había estimulado el apetito imperialista. Mientras que Estados Unidos reconoce los intereses de la URSS en su reducido imperio, espera reciprocidad en América Latina. Claramente existe un espacio muy reducido en la orbita Americana para una Cuba independiente.

La posición de Cuba en contra del imperialismo le ha ganado muchos admiradores. De igual manera sus logros domésticos en cuanto a la educación de las masas y los servicios de salud, especialmente entre los pobres del Caribe y de América Latina. Del mismo modo, el derrocamiento del odiado Estalinismo europeo, junto con la Masacre de Beijing en China, hacen que la reputación de Cuba resplandezca en comparación. Pero los triunfos de la clase trabajadora de Cuba y de sus acciones anti-imperialistas van a estar ahora estrechamente restringidos, no solo por el imperialismo sino también por las políticas y contradicciones del Castroismo.

Vamos a demostrar aquí que el régimen de Castro no puede denominarse como autentico socialismo en el sentido marxista de la clase trabajadora. No obstante son los cubanos, no el imperialismo estadounidense ni sus agentes, quienes tienen el derecho de decidir el futuro de su país. La clase trabajadora, especialmente en los países imperialistas, debe de defender el derecho de Cuba a la autodeterminación. Lo que significa el combatir los continuos esfuerzos de los EE.UU. de estrangular a Cuba y cualquier intento de intervención militar.

De nacionalismo a estatificación

Las políticas iniciales de Fidel Castro que siguieron al derrocamiento del odiado régimen de Batista en 1959 fueron de un carácter nacionalista radical. Su gobierno abolió las grandes propiedades y redistribuyó cerca de un cuarto de las tierras cultivables; también acordó el intercambio de su azúcar por el petróleo de la URSS. Ambas acciones antagonisaron a los capitalistas estadounidenses, quienes eran dueños de una gran extensión de tierra en Cuba y de las refinerías de petróleo. La confiscación de las propiedades de los ricos puntales de Batista fueron tremendamente populares; también significaron un salto histórico en los estándares de vida de los pobres campesinos sin tierra.

Cuando las refinerías se rehusaron a manejar el petróleo Soviético en 1960, fueron nacionalizadas. El Presidente de los Estados Unidos, Eisenhower, canceló la cuota de intercambio del azúcar cubana y Castro respondió mediante la confiscación de otras propiedades. Los EE.UU. tomaron represalias con un devastador embargo comercial. Y en 1961, el Presidente Kennedy apoyó la invasión del “Girón”, la cual Cuba derrotó fácilmente.

Habiendo desafiado el dominio de los Estados Unidos, Castro dirigió a su país fuera de la orbita del imperialismo Americano y se volvió a la Unión Soviética como aliados y para poder subsistir. La reciente crisis de Cuba esta enraizada en las decisiones que tomo a principios de los 1960; la transformación Bonapartista de un país capitalista dependiente de los Estados Unidos a un sistema de propiedad de estado apoyandose no en la clase trabajadora sino, en una alianza con la URSS.

Después de breves intentos para lograr industrializarse y diversificar su economía por si misma, Cuba se volvió fuertemente dependiente de lo estados Estalinistas. Se benefició de un intercambio preferencial con el COMECON y adoptó los métodos económicos Estalinistas. La URSS por si sola compró el 70 por ciento de las exportaciones de Cuba y proveyó un 60 por ciento de sus importaciones. Sus prestamos y subsidios ascendidos a muchos billones de dólares por año (muchas veces el equivalente per capita de la ayuda desde oriente y de occidente para el resto de América Latina).

Durante la Guerra Fría, la URSS encontró útil el sostener a Cuba por una variedad de razones. El permitir que un país “socialista” fuera estrangulado por el imperialismo hubiese sido una derrota humillante. El subsidio a Cuba le proveyó un escenario al sistema estalinista y buena voluntad para la URSS en el tercer mundo; y pudo ser logrado relativamente baratísimo, dado la poca población de Cuba. También le dio a la URSS un sustituto para la intervención en África y América Latina, en donde el uso de tropas o agentes Soviéticos hubiera provocado una respuesta de los Estados Unidos. Cuba no era un peón pero si un ayudante bastante fidedigno.

La estalinización de Cuba

En total, Cuba adoptó el capitalismo estatizado Estalinista. Es importante notar que la estatificación de la propiedad, que subyace todos los reclamos de que Cuba es socialista, fue echa en un tiempo en que la clase trabajadora había sido desactivada y subordinada al régimen. A fines del 1959, el congreso nacional de los sindicatos eligió como su lideres a los “Humanistas” dirigidos por David Salvador, compuestos de los seguidores de Castro en el Movimiento del 26 de Julio. Pero en el proceso de fundición del Movimiento con los comunistas pro Moscú, Salvador y su equipo fueron purgados y los sindicatos se volvieron en instrumentos de la administración y del estado.

En el PC Estalinista (quien habia probado su oportunismo y desprecio por la clase trabajadora por años mediante su apoyo a Batista), Castro encontró una fuerza que pudo mantener a los trabajadores en control. Los lazos del PC con la aparentemente poderosa URSS mas su entrenamiento y tradición Estalinista posibilitó el disciplinar la militancia de la clase trabajadora. Como en Europa Oriental, donde la extensa nacionalización tuvo que aguardar el violento aplastamiento de la clase trabajadora, una clase trabajadora sin decapitar habría sido demasiado volátil como para que el régimen arriesgara la estatificación. En contraste con Europa oriental, la popularidad del liderato de Castro y sus credenciales anti-imperialistas hicieron más fácil el refrenar la auto-actividad de la clase trabajadora.

Con Europa del este realizando un cambio hacia una economía de “mercado libre” y reduciendo paulatinamente al COMECON, los cubanos hacen frente hoy en día a la pérdida de su red de seguridad. La URSS pagará ahora los cuatro millones de toneladas de azúcar que importa al precio mundial en vez de a precios subsidiados más altos. Los cubanos serán arduamente presionados a pagar por el combustible, las materias primas y el equipo que necesiten importar para mantener el funcionamiento de su economía.

Dada la vulnerabilidad de Cuba, estos cambios internacionales tienen un impacto importante. El caos económico está ya en curso. Repetidamente, la economía cubana sufre de una escasez resultante de la fallida entrega de materias primas y de piezas del extranjero. Un economista cubano expone que, debido a la lentitud de las entregas de parte de la Unión Soviética, algunas industrias cubanas están funcionando a solamente un 40 o a un 50 por ciento de su capacidad normal. (NACLA Report, agosto de 1990.)

Excesivamente dependiente de las exportaciones del azúcar para mantener su economía a flote, Cuba vio los precios mundiales descender en los años 80. También ha perdido moneda con la caída en precios del petróleo, puesto que Cuba había reexportado el petróleo soviético con ganancias. (Lo cual se consideró en un 40 por ciento de las ganancias monetarias en los años 80.) El problema más apremiante de Cuba es su enorme deuda externa, la cual suma billones de dólares.

Para ganar moneda con el propósito de solventar su deuda, Cuba ha optado por medidas de austeridad. Ha aumentado el racionamiento y los precios internos de los textiles, del keroseno, del azúcar, y de las mercancías importadas lo cual ha bajado el estándar de vida. La electricidad en los hogares ha sido reducida en un 10 por ciento y se ha introducido el racionamiento del petróleo. Se interrumpen los servicios de agua y de electricidad. La entrega de servicios toma meses. Las largas colas para obtener mercancías básicas son la norma. Virtualmente todos los cubanos confían en el mercado negro para obtener lo que necesitan.

Tampoco se espera que la situación vaya a mejorar. Las acciones de parte del régimen de Castro sugieren que están debidamente conscientes de esto. Castro ha tomado la delantera en la preparación de la nación para un tipo de “comunismo de guerra”, basado en medidas aun más crudas de austeridad. Ha advertido sobre la posibilidad de un “período especial” donde Cuba reduciría todos los programas de desarrollo social por un determinado número de años. Puesto que el subsidio soviético había permitido a Cuba una relativa holgura en comparación con, digamos, Rumania, el fin de este significa una política más apretada así como un control económico centralista.

Adentro y afuera de la rectificación

Parecería como que Castro se está comprometiendo a la misma clase de medidas de austeridad que vemos en Europa Oriental y la URSS. El cuadro del aumento de los precios, de la escasez de bienes de consumo, y de las colas para obtener casi todas las mercancías y servicios, parece todo demasiado familiar. Pero mientras que las otras sociedades Estalinistas unen la austeridad con los elementos de una economía de mercado abierto, los llamados de Castro por una “rectificación”, una vuelta a la “moralidad socialista” de igual sacrificio. Así, a pesar de estos ataques contra los trabajadores cubanos, Castro y sus admiradores izquierdistas siguen afirmando que Cuba continua siendo el verdadero curso socialista, abandonado hoy en día por otros estados Estalinistas.

Más que una reafirmación del socialismo, la campaña de la rectificación de Castro es solamente el último zigzag dado por el régimen estatista. A fines de los años 60, Cuba llevó a cabo un duro programa de austeridad al estilo militar inspirado por la noción del Che Guevara de incentivos morales. Popular entre los nuevos izquierdistas anti-Marxistas, el enfoque cubano fue una tentativa de aumentar la productividad de trabajo mientras que negaba los beneficios materiales (“incentivos”) a los trabajadores. Las demandas de los trabajadores por salarios más altos y mejores estándares de vida fueron ignoradas como burgueses y contrarrevolucionarios – una tendencia idealista común en los “revolucionarios” de antecedentes afluentes.

En el impulso por lograr la meta ilusoria de 10 millones de toneladas de azúcar, empujaron a los trabajadores a su máximo. Los resultados fueron desastrosos. Mientras que los incentivos materiales fueron cortados, la productividad de trabajo declinó y el ausentismo se elevó. En 1970, se estimó que el 20 por ciento de la mano de obra se habia registrado ausente; en la provincia de Oriente, esta cifra llegó a alcanzar un 50 por ciento. Cuando los incentivos morales no pudieron inspirar a las masas a que trabajaran más arduamente, el régimen recurrió a la militarización del trabajo. Las movilizaciones de las masas, aunque atrajeron a muchos voluntarios, fueron llevadas a cabo bajo una disciplina militar. Esto se facilitó debido a la virtual desaparición de las uniones obreras y a la ausencia de alguna institución que defendiera a la clase obrera.

Pero el gobierno no pudo abolir la lucha de clases. La resistencia de los trabajadores a las políticas económicas del régimen forzó a Castro cambiar el curso. Durante la década de 1970, Cuba experimentó cambios que, en parte, anticipaban algo de la reforma de Gorbachev en la URSS. Las políticas pragmáticas substituyeron a los “errores idealistas” de los años 60. Más incentivos materiales fueron introducidos, incluso elementos de un mercado libre. En parte, esto era un reconocimiento del extenso mercado negro. En 1976 una clase de participación de ganancias por la gerencia industrial fue introducida, y las empresas adquirieron formas de autonomía legal. Como en Europa del este, la burocracia capitalista estatificada se estaba convirtiendo en burguesificada.

Estos cambios crearon nuevos problemas. La corrupción y la distribución de ingresos ladeada condujeron a aumentar el creciente descontento entre los menos privilegiados. Las reformas aguzaron el apetito de la clase obrera por más, en un momento en que el régimen no podía suplir los bienes. Y una vez más atado a su economía agrícola, Cuba estaba tan económicamente dependiente como lo había estado antes de la revolución, todavía atrapado en la trampa del imperialismo mundial. En 1982-83 la recesión económica golpeó a las naciones del tercer mundo, y no se han recuperado desde entonces. A medida que sus precios de exportación caían, países como Cuba se encontraron incapacitados de pagar por sus importaciones necesarias. La crisis de la deuda significó que las masas tuvieran que ser exprimidas.

La respuesta de Castro fue un retorno a los “valores comunistas” como una distracción de los beneficios materiales. La austeridad económica se unió a apelaciones al sentido revolucionario – incentivos morales otra vez. Una vez más el enfoque estaba en la productividad del trabajo, especialmente en la producción para la exportación necesaria para la adquisición de moneda. Bajo la nueva política, el régimen subió los precios del transporte, el costo de las utilidades y los precios de mercado, mientras que paralizó los movimientos hacia la descentralización y los mercados libres.

Siendo “rectificada” una de las áreas la de los salarios de los trabajadores. Quejándose de que el nivel de los salarios y del salario social (servicios públicos libres) no estaba apoyado por la producción real, el régimen ha intentado revisar normas de la producción ascendentes. El salario medio disminuyó en la última mitad de 1986 cuando fue introducida la rectificación. No fue asombroso, muchos trabajadores vieron la rectificación como mecanismo impulsor para contener los salarios.

El “internacionalismo” de Castro

Los entusiastas del régimen de Castro argumentan el que las dificultades económicas de Cuba deben de culparse a la presión inmensa del imperialismo de los EE.UU. En gran parte así es, pero esa no es única razón. Los métodos Estalinistas adoptados por Cuba han sido expuestos como retrogradas y explotadores en Europa del este, la URSS y China – dondequiera que los trabajadores han encontrado los recursos para expresar sus intereses como clase. En Cuba, la actividad independiente de la clase trabajadora todavía es firmemente prohibida. No hay duda alguna de que los trabajadores cubanos recuperarán eventualmente su voz – y entonces veremos qué sucederá con las ventajas que una vez obtuvieron y qué piensan al respecto de las condiciones bajo las cuales viven.

El argumento de que los problemas de Cuba son todos a causa del imperialismo no tiene sentido. La hostilidad imperialista hacia cambios radicales en los países es inevitable. La medida de un liderato rebelde, por lo tanto, es si su lucha y el sistema que construye se dirigen hacia un acertado escape del imperialismo – o hacia un callejón oculto. La única esperanza de una revolución anti-imperialista en un país económicamente atrasado como Cuba es el internacionalismo revolucionario. Lo que significa el trabajar para esparcir la revolución país a país para ganar el poder para las clases trabajadoras y de tal modo minar el imperialismo.

El éxito no puede ser garantizado. Los Bolcheviques fueron inspirados por metas internacionalistas; la revolución rusa la cual sé suponía fuera la chispa para la revolución proletaria en Europa. A medida que el estado soviético degeneró, sus lideres buscaron un refugio ilusorio del imperialismo optando por “el socialismo en un solo país”, y en última instancia fueron derrotados. Pero el triunfo del capitalismo requirió de la contrarrevolución Estalinista.

En Cuba, en contraste, la Estalinización de la revolución coincidió con su vuelta hacia el “socialismo”. Externamente, el régimen cubano – junto con su ayuda militar, económica y profesional a varios países del tercer mundo – tiene un expediente largo de conciliaciones con fuerzas no-revolucionarias. Ejemplos: Castro mantuvo una alianza amigable con el régimen burgués mejicano incluso después su salvaje represión de las huelgas y protestas masivas en 1968. Endosó el reformista “camino al socialismo” del Salvador Allende en Chile, el cual desarmó a los trabajadores, tanto política como militarmente, y condujo a la dictadura de Pinochet y a la masacre de miles. Coqueteó con los lideres militares peruanos, el régimen panameño del General Torrijos e incluso con la dictadura fascista de los generales argentinos.

Estas alianzas exhiben la idea Castroista del “internacionalismo”: apoyando a lideres nacionales quienes claman una cierta independencia del imperialismo, a cualquiera que sea el costo que paguen las masas del país. En 1985 explícitamente negó que la revolución social fuese la solución para los países del tercer mundo. Enfrentado a la crisis de la masiva deuda internacional, propuso un “nuevo orden económico internacional” basado en la reconciliación con el imperialismo: no un repudio revolucionario de las deudas sino una gentil cancelación imperial. El Wall Street Journal quedó estupefacto: “El Sr. Castro sonaba mas como un banquero preocupado que como un subversivo.” (Refiérase al Proletarian Revolution No. 24.)

Incluso cuando Cuba defendió a Angola en contra de Sur Africa en la década de los 70, esforzó la estabilidad imperialista – por ejemplo, protegiendo instalaciones petroleras propiedad de Occidente en Cabinda del ataque de los rebeldes Congoleses. La peor traición de Castro fue en Etiopía, adonde se volvió en contra del movimiento de liberación Eritreano y envió armas y tropas al sangriento régimen de Mengistu cuando este se convirtió en aliado de la URSS.

Con tan alto expediente en contra de los trabajadores y sirviendo al Estalinismo, ¿por qué es que perciben a Castro como una alternativa al burocratismo de Europa Oriental? La diferencia fundamental es que la revolución cubana fue una lucha popular (aunque no una de las masas) que derrotó a un brutal dictador así como al imperialismo de entrada. Castro no fue otro burócrata impuesto por Moscú.

¿Fue socialista la Revolución Cubana?

Este hecho ha conducido a algunos izquierdistas a exagerar los logros de Castroismo y a hacer referencia de el como un socialismo genuino. Tales visiones fueron cubiertas teóricamente por seudo-Trotskistas, dirigidos por el Socialist Workers Party (SWP/Partido Socialista de los Trabajadores) de los EE.UU. en los años 60. Una reciente versión proviene de Malik Miah de Socialist Action (Acción Socialista, una partición del SWP), quien comparó a Cuba con Nicaragua. Dirigiéndose a los izquierdistas que estaban asombrados por la derrota electoral de los Sandinistas, Miah hace hincapié en que el “camino cubano al socialismo” fue el “camino no seguido” por Nicaragua. (Socialist Action, nov. 1990)

¿Por qué falló Nicaragua en convertirse en otra Cuba? Miah le echa la culpa a una falla del liderato. Específicamente, arremete en contra de la FSLN por defender una “economía mixta” y no expropiar a los capitalistas. En contraste, los lideres cubanos “rechazaron el comprometerse con el imperialismo” y con el capitalismo local.

Miah hace una conexión entre la estrategia de Castro en Cuba y el liderato Bolchevique de Lenin.

“Por vez primera desde la revolución rusa, una revolución triunfa debido a las acciones de su liderato. (Esto se sitúa en un tremendo contraste con los derrocamientos del capitalismo en Europa Oriental y China después de la Segunda Guerra Mundial.)”

Es decir, mientras que supuestamente es posible crear “estados obreros deformados” como en China y Europa del este sin lideratos revolucionarios, el liderato de Cuba era revolucionario y por lo tanto alcanzo aún más: un genuino, no deformado, estado obrero rumbo al socialismo. Por supuesto, como hemos señalado a menudo, la noción de que los estados obreros pueden ser creados por fuerzas otras que las del proletariado viola el concepto básico del marxismo; la revolución socialista significa el liderato del proletariado. Para lidiar con esta evidente contradicción, los proponentes de Castro tienen que ir aun más lejos. Tienen que estirar los límites del marxismo y de la realidad para argumentar que la revolución cubana fue una revolución socialista de la clase trabajadora.

Socialismo explicativo

Miah construye este caso primeramente explicando, correctamente, que el Movimiento del 26 de Julio había sido dirigido por elementos de la pequeña burguesía, con un entusiástico apoyo de las masas. El liderato de Castro consistió en “genuinos demócratas” quiénes intentaron implementar un programa anti-imperialista, democrático-burgués. ¿Cómo fue entonces que se transformaron en Bolcheviques de la clase obrera? Tal como en Europa del este, nacionalizaron la propiedad capitalista, estatificaron el comercio exterior y comenzaron el planeamiento económico. No obstante, todos esto ocurrió sin la ayuda de un partido proletariado revolucionario, sin consejos obreros, incluso sin la acción de los sindicatos cubanos. La clave para Miah parece ser que estos pasos de progresión tenían el apoyo de las masas:

“No fueron acciones administrativas. Cada expropiación y cada acto fueron explicados a las masas. Los trabajadores y los campesinos lo entendieron. Fueron movilizados para llevarlos a cabo y consolidar la expropiación política y económica de la vieja clase dominante.”

Algo de esto es cierto. Las masas fueron ciertamente movilizadas de hecho para escuchar a Castro explicarles su políticas, e indudablemente aprobaron la expropiación de sus viejos jefes. Pero los trabajadores no tomaron las decisiones por sí mismos. Se les ha negado siempre la oportunidad de “hacerse apto para poder” en palabras de Marx, ejercitando el poder en el curso de hacer y de ejecutar su así llamado estado obrero. De manera explicativa el “socialismo” plebiscitario significa que sus sabios jefes trabajaran y lo lograran por ellos.

Similares explicaciones fueron dadas por las tomas de posesión estalinistas en China y en Europa del este. El apoyo de las masas para eliminar la odiada burguesía que los explotaba a través de la estatificación de la propiedad no distingue al socialismo de la clase trabajadora del nacionalismo pequeño-burgués.

Un argumento que se da a veces es que la revolución de 1959 fue acompañada por una huelga general de la clase trabajadora. Lo cual es cierto, pero la huelga fue mucho más simbólica que decisiva: ocurrió después de Batista y Co. ya habían huido del país, y fue rápidamente suspendida por Castro. La huelga, sin embargo, impregno al nuevo gobierno de coalición (de Castristas y de capitalistas liberales tradicionales) la necesidad de ofrecer concesiones a la clase trabajadora.

El caso de que el Estalinismo cubano es cualitativamente diferente a los desacreditados Estalinismos europeos y de la China se debe al supuesto sentido revolucionario de su liderato. Pero este caso se desdice por la relación de Cuba con la revolución Nicaragüense. De hecho, en un artículo en la misma edición de Socialist Action se expone que, Cuba aconsejó a Nicaragua en contra de tomar el “camino cubano al socialismo”. Cita al Vicepresidente cubano Carlos Rafael Rodríguez en 1984: “No creemos que el modelo cubano debe ser exportado a América Central ni al resto del mundo.”

Economía mixta vs. nacionalización

Castro fue aun más claro en su apoyo por una economía mixta. La prioridad superior para Nicaragua era el desarrollo económico, no la construcción del socialismo, puesto que Nicaragua estaba mucho menos desarrollada que lo que había estado Cuba.

“Yo pienso que el plan de Nicaragua – y no tengo ningún desacuerdo con él, ni teórico ni práctico, y digo esto sinceramente – es perfecto, dadas las condiciones de su país y de América Central.”

Socialist Action ataca estos puntos de vista por obstruir el curso hacia la revolución socialista en Nicaragua. (Por supuesto, los Sandinistas no habrían podido tomar tal curso, puesto que no eran más de clase obrera que los Castristas.) Con todo y eso, el consejo de Castro a Nicaragua fue esencialmente la misma visión nacionalista pequeño-burguesa que en un comienzo formó la revolución cubano. Y su suposicion de que Cuba estaba lo suficientemente desarrollada para el socialismo es puro idealismo Estalinista. La única diferencia es que Cuba lidió con los ataques del imperialismo mediante la nacionalización de su propiedad, mientras que los Sandinistas intentaron ser más acomodativos. En los años 80, Castro temía que si Nicaragua desafiaba a los EE.UU. en su propio hemisferio, esto también traería como consecuencia la cólera imperialista en su isla.

Cuba había seguido el modelo de “socialismo” europeo oriental a través de la vía de la nacionalización, la cual conduce a un capitalismo estatificado. Para el 1979, sin embargo, el decaimiento económico del estalinismo ya se estaba sintiendo agudamente, y los sovieticos sabían que no podrían subvencionar a otro cliente en la esfera de dominio de los EEUU. Así que Castro estaba exponiendo la línea soviética cuando urgió a los Sandinistas a no “volverse socialistas”.

Otra cosa era, que una medida radical como una completa nacionalización era peligrosa sin una disciplina sobre los trabajadores. Esto habría tentado al proletariado revolucionario nicaragüense a ejecutar la industria por sí mismo y a crear su propio estado. Los Estalinistas Nicaragüenses (al igual que los Estalinistas en todas partes en esa era) habían perdido él poder de controlar a la clase trabajadora. La Cubanización no era por lo tanto una posibilidad.

Mediante el alentar compromisos de los Sandinistas, Castro ayudó a la derrota de la revolución Nicaragüense y mantuvo los obreros y campesinos bajo el arma del imperialismo y de la contrarrevolución. El internacionalismo de Castro resultó ser poco diferente al “socialismo en un país” de Estalín.

Castro vs. Gorbachev

Castro se ha colocado como el defensor ortodoxo del comunismo en oposición a las reformas de Gorbachev. Mientras que Gorbachev ha movido a la URSS hacia un tradicional mercado de capitalismo y busca promover la imagen de una potencia imperialista responsable, Castro aboga por un capitalismo mas centralizado y estatificado. Todavía acude fuertemente a la retórica anti-imperialista. Dado el rechazo absoluto de Washington a las tentativas de acercamiento cubanas después del fin de la Guerra Fría, realmente tiene pocas alternativas.

A pesar de estas diferencias, Castro y Gorbachev continúan enfrentando la misma tarea, mantener la clase obrera en jaque. Gorbachev profundiza la explotación de los trabajadores promoviendo abiertamente políticas burguesas. El método de Castro es mantener la burocráticamente “planeada” austeridad y acomodarse con el imperialismo en la arena internacional.

Los izquierdistas que intentan contraponer a Castro de Gorbachev están agarrando solamente paja; no existe ninguna diferencia en principio entre ellos. Castro todavía necesita de los soviéticos, así que sus críticas se redactan cuidadosamente para evitar una abierta ruptura. Tal como lo dijo en 1989:

“Nosotros debemos continuar desarrollando nuestros lazos con los países socialistas, sin importar su estilo o modelo de construir el socialismo. Tenemos nuestras propias ideas, pero comenzamos proclamando nuestro respeto absoluto por el derecho de cada país socialista de intentar construir el socialismo en la manera y con los métodos consideren propios. Lo que ellos hagan no nos incumbe a nosotros.“ (De la compilación de los discursos de Castro del SWP, In Defense of Socialism, de p. 135.)

Esta proclamación era falsa desde cada ángulo. Incluso desde el propio interés de Castro: el curso pro-occidental de los regímenes europeos del este condujo a los gobiernos que pararon la ayuda a Cuba. De modo que lo que ellos hacen de echo “nos incumbe”, como cualquier internacionalista lo hubiera reconocido. Por otra parte, Fidel estaba mintiendo: su “respeto” por los compañeros “socialistas” no se extendía a permitir que los cubanos leyeran la prensa soviética reformista. La idea de muchos caminos al socialismo realmente significa nada mas que no-interferencia: ustedes los europeos puede que tengan que hacer concesiones a sus trabajadores e intelectuales, pero no nosotros. Lo que sea que ustedes hagan, es burgués y contrarrevolucionario para los trabajadores cubanos que exijan sus derechos de independencia de clase. Así que mantengan su glasnost para ustedes.

Los partidarios de Castro en la izquierda apenas pueden tomar mucha comodidad de sus críticas de Gorbachev, puesto que Castro tiene que cerrar filas con el ala derecha de la burocracia estalinista (vinculada a su vez con varios ultra-nacionalista, racistas e incluso fuerzas zaristas). En esto Castro es fiel a su pasado. Ha sido un opositor constante de cada lucha de masas en contra los regímenes estalinistas. Defendió la invasión soviética de Checoslovaquia – convenientemente pasando por alto sus principios “esenciales” de no-interferencia. Castro nunca ha representado un desafío para el estalinismo, su oposición a las “reformas” no es una alternativa revolucionaria sino una tentativa de preservar el monopolio de la burocracia en el poder.

Por un socialismo autentico

La revolución cubana fue un duro golpe contra el imperialismo. Pero el nacionalismo pequeño-burgués, incluyendo la variante estalinista, no ofrece ninguna salida del absoluto dominio imperial. Castro ha pasado tres décadas apoyando el armazón del estalinismo. En vez de una genuina revolución internacional, siempre ha promovido la ilusión de que una independencia real puede ser lograda sin el derrocamiento de imperialismo.

El Castrismo no representa una salida del agarre imperialista si no, en palabras de Trotsky, la “utopía reaccionaria” de una sociedad “socialista” nacionalmente aislada y condenada al atraso. El cinismo abunda en el tercer mundo hoy en día; las ideologías antediluvianas como los fundamentalismos, Cristiano e Islámica, florecen porque las masas, aun cuando odian el imperialismo, han aprendido a desconfiar de las alternativas seculares “marxistas”. Castro tiene mucho que ver con esto.

Cuba está en un grave peligro. Solamente la lucha internacional de la clase trabajadora puede salvarla del cerco imperialista. Los trabajadores de todos los países deben aprender superar el patriotismo imperialistas y “la ley y el orden”; en esto no van a tener ninguna ayuda de Castro ni de sus diplomáticos. Esa tarea requiere la reconstrucción de un partido revolucionario-La Cuarta Internacional. Y eso significa enfrentar al estalinismo en sus ambas formas la de Gorbachev y la de Castro.


“Tuvimos el honor de” ... abstinencia

Eventos recientes han expuesto el debatible internacionalismo de Cuba. En la escalación de la guerra contra Irak, Cuba desempeñó un papel ambiguo en el Consejo de Seguridad de la ONU, votando en contra de algunas de las decisiones de endoso para que Estados Unidos dirigiera el esfuerzo de guerra. En un discurso en La Habana el pasado mes de septiembre, Castro se jactó:

“¡Nosotros tuvimos el honor de ser el único país en votar ‘No’! [Aplauso Prolongado] La historia registrará el honor, la dignidad y el valor con el cual Cuba actuó durante ese momento de tanta importancia para la vida de la humanidad. Era necesario tomar una posición firme y no nos abstuvimos – votamos ‘No’. Y votaremos contra todo en lo que no estemos de acuerdo, aun cuando seamos los únicos. [Aplauso] (Las citas aquí expuestas son del libro del SWP, US Hands off the Middle East! [¡EE.UU. saquen sus manos del Medio Oriente!])

Muy noble, pero ese voto fue en una resolución subsidiaria (No. 670, para embargar el avión iraquí). En preguntas más decisivas que esta Cuba falló en mantenerse firme: endosó las razones imperialistas para la guerra. Cuba votó por la demanda de la ONU para que Irak se retirara de Kuwait (resolución 660), y por la restauración de un “gobierno legítimo” de los emires (resolución 662). Se abstuvo vergonzosamente en la resolución principal; (661) que pedía un completo boicoteo económico a Irak, lo que en sí mismo es un acto de guerra en contra de los iraquíes. También se abstuvo en la resolución 665 que autorizaba el uso de la fuerza naval para detener los envíos que salieran de o se dirigieran a Irak. Y en un discurso en agosto 25, el representante de la ONU, Ricardo Alarcón hizo alarde de que Cuba estaba cooperando con el boicoteo a Irak aunque se había abstenido de votar.

Alarcón explicó la posición general de su gobierno:

“Para Cuba, los principios de no-interferencia en los asuntos internos de los estados, sin importar cualquiera qué sea la razón; del no-uso de fuerza en las relaciones internacionales; del establecimiento pacífico de conflictos entre los estados; y del respecto por la independencia, la soberanía, y la integridad territorial de todas las naciones son principios esenciales de nuestro orden internacional. Es en la defensa de esos principios que hemos expresado nuestra desaprobación y condenado de la entrada de fuerzas iraquíes en el territorio de Kuwait hace algunos días, y hemos declarado que esta situación se debe de terminar con el retiro de fuerzas iraquíes el territorio Kuwait y la completa restauración de la soberanía de Kuwait.”

Así que, mientras Cuba se opuso a la medida extrema de la guerra para forzar a Irak a retirarse, no obstante se colocó con el resto de los degolladores en la ONU. La idea de que los estados pequeños como Cuba puedan defenderse promoviendo principios nacionalistas de los burgueses “principios del orden internacional” no tiene nada ver con el internacionalismo revolucionario; es una estrategia legalista, no revolucionaria. En este caso el principio abstracto (“no-interferencia... sin importar cualquiera qué sea la razón”) colocó a Cuba del lado del imperialismo, no en su contra. En vez de exponer la mentira de que la ONU o cualquier otra institución imperialista puede defender las naciones oprimidas, Cuba desorientó a las masas oprimidas a través del mundo.

Por otra parte, Cuba endosó la dudosa noción de que Kuwait es una nación derecho a la autodeterminación. De hecho Kuwait es un enclave imperialista cuyos mandatarios operan mas en Europa que “en casa”. En un mensaje de Fidel Castro dirigido a todos los jefes de estado árabes, citados por el embajador Alarcón en agosto 9, Castro endosó la restauración del emir “legítimo” de Kuwait. Agregó:

“Permítanme compartir con ustedes, su excelencia, la certeza que me inspira la sabiduría y valor de los lideres de la nación árabe, y la vitalidad de sus instituciones.”

Estos sabios y valerosos lideres incluyen no solamente al emir pero también al rey Saudita, al carnicero sirio y al dictador iraquí mismo. Más aun:

“Nada ni nadie puede sustituir esta fuerza, esta autoridad y esta moral en la búsqueda inmediata por una solución negociada para un conflicto entre dos pueblos árabes.”

Aquí Castro afirma los derechos de los lideres nacionalistas como opuestos al imperialismo. Pero pasa por alto cuánta de su “fuerza y autoridad” se deriva del imperialismo. Cualquier revolucionario con el más mínimo respeto por las masas del mundo árabe insistiría en que es la masa trabajadora árabe quien puede y debe sustituir los asesinos y los esclavistas instalados por el imperialismo. Pero el nacionalismo Castrista requiere la ayuda para y la no-interferencia con cada nacionalismo, incluso el más retrógrado. Los opositores revolucionarios de Saddam Hussein en Irak, a Hafez al-Assad en Siria, etc., no pueden contar con ninguna ayuda de Fidel. Recuerden a los Eritreanos.


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