En el año 2003, la Organización Comunista por la Cuarta Internacional (OCCI) adoptó una nueva declaración fundamental de su visión de mundo marxista revolucionario. El documento, que expande sobre la resolución política de la fundación de la OCCI, presenta un punto de vista teórico e programático. En su nueva versión también toca sobre los nuevos retos de construir el partido obrero revolucionario en el mundo despues del 11 de septiembre 2001.

Nuestro nuevo documento desarrolla nuestro entendimiento del colapso del estalinismo y la decadencia del reformismo socialdemócrata y nacionalismo “tercermundista”. También expande nuestro análisis e programa para la lucha en importantes áreas de trabajo revolucionario, desde los sindicatos hasta la lucha contra la creciente ola de antiarabismo e antisemitismo.

El tema global del documento es la tarea de crear de nuevo a la Cuarta Internacional, el autentico partido mundial marxista, leninista e trotskista de la revolución socialista. Enfatiza que igual a que solamente la clase obrera es capaz de derrocar al capitalismo, únicamente la clase obrera es capaz de construir la dirección del partido revolucionario que se requiere para llevar acabo esta suprema tarea. Esta aseveración constituye un principio marxista clásico que es ampliamente abusado por los “marxistas” de la clase media, los “salvadores condescendientes” que reclaman que la clase obrera es incapaz de lograr la auto-conciencia comunista y proclaman la necesidad de que los intelectuales iluminados dirijan la lucha contra el capitalismo. Estos argumentos se refuerzan con una nueva sección que expone sobre la degeneración e colapso de la Cuarta Internacional original como organización revolucionaria, una historia que debe entenderse si no se va a repetir.

La base objetiva para la revolución socialista y la creación de estados obreros a través del mundo esta completa madura. El reto decisivo para los revolucionarios en el presente radica en el plano subjetivo: elevar la conciencia revolucionaria comunista de la clase obrera al construir su arma más importante, el partido revolucionario de vanguardia.


Resolución política de la Organización Comunista por la Cuarta Internacional (OCCI)

I. Introducción

A. Recrear la Cuarta Internacional

En el presente, el fantasma del comunismo ya no recorre el mundo. A través de nuestro planeta, la clase obrera se ha levantado en repetidas ocasiones una y otra vez contra el dominio asesino y explotador del capitalismo. Pero desde la Revolución Bolchevique del 1917, sus luchas no han desembocado en la creación de nuevos estados obreros revolucionarios, y menos en el comunismo.

La clase obrera no necesita de mas “salvadores condescendientes” clase media y burocráticos. Estos han sido gran parte del problema y no la solución. La razón por la cual nuestra clase no ha sido capaz de tomar el poder se debe a la ausencia de una dirección proletaria genuina. La Organización Comunista por la Cuarta Internacional (OCCI) lucha por la renovación de esa dirección bolchevique con conciencia revolucionaria de clase. La OCCI está por la resurrección de la teoría y practica del marxismo revolucionario autentico. Buscamos de este modo organizar y ayudar a educar a los estamentos de vanguardia de la clase obrera en la lucha para la creación de nuevo de la Cuarta Internacional, el partido proletario mundial de la revolución socialista.

La clase obrera esa la única clase capaz de lograr la conciencia socialista mediante las lecciones que adquiere durante el curso de la lucha. Los proletarios con la conciencia mas avanzada son conducidos por la lucha de clases a formar su propio partido comunista de vanguardia. Contrario a las tendencias clase media alrededor del mundo que en el presente se presentan así mismas como marxistas, nosotros observamos esta perspectiva fundamental, la verdadera visión de mundo por la cual luchó Marx, Engels, Lenin (después del 1905) y Trotski.

Bajo la bandera del comunismo autentico, en abierto y desafiante odio de nuestra propia clase dominante y el sistema imperialista, dedicamos nuestras vidas a esta lucha. En el espíritu del Manifiesto Comunista, rehusamos esconder nuestra identidad política. La lealtad a nuestra clase, en las palabras de Trotski, significa que “¡digamos la verdad!” Como el señalara, nuestro programa se puede resumir en dos palabras, “revolución socialista”. El engaño no avanzará la causa de la revolución – la conciencia de la clase obrera de la realidad, y, por lo tanto, la verdad de lo que se debe hacer, si lo hará. Hacemos un llamado a los comunistas proletarios genuinos de todas partes a ¡unirse con nosotros en la lucha por la Humanidad y por un mundo sin clases!

La construcción de la OCCI es vital a esta lucha. Como insistió Trotski, la esencia de la crisis de nuestra época es la crisis de la dirección proletaria. Los principios más fundamentales del leninismo bolchevique, el marxismo de nuestra época, han sido destripados y convertidos en sus opuestos por la mayoría de las organizaciones que reclaman portar su bandera. Se han abandonado principios comunistas elementales: que la clase obrera solamente ha sido creada por el mismo capitalismo para que sea su sepulturera; que la independencia de la clase obrera es una necesidad primordial para la conciencia de clases proletaria; que el partido de la revolución es el mismo partido del proletariado y está compuesto de los miembros del proletariado de mas avanzada conciencia; que el partido de vanguardia deberá ser internacional y interracial, internacionalista y interracialista, y es elemento absolutamente indispensable en cada país si es que la revolución socialista va a triunfar.

La razón de una existencia independiente para la OCCI no es táctica sino fundamental. Nuestras diferencias con las varias tendencias seudo marxistas son de clase. Mientras que nosotros le damos la bienvenida a nuestras filas a disidentes de otros estratos, nosotros hemos probado ser leales a los intereses del proletariado, el partido de la vanguardia actúa para preservar celosamente su composición de clase obrera y su carácter político.

Enfatizamos dos principios que nos distingue a la OCCI de otras organizaciones que reclaman ser socialistas o comunistas. Uno, nuestros esfuerzos están comprometidos con el desenmascaramiento, y no con la ocultación, de las vacilaciones, capitulaciones y traiciones de los reformistas que en el presente dirigen a las organizaciones de masas de los obreros y los oprimidos. Es decir, actuamos siempre a favor del avance de la conciencia proletaria revolucionaria.

Dos, solamente el proletariado puede hacer la revolución socialista. La noción de que fuerzas no proletarias pueden llevar acabo la revolución socialista – es decir, crear estados obreros – se convirtió en la visión de no solamente los estalinistas; dio la señal de la desintegración material de la Cuarta Internacional (CI) durante los años pos Segunda Guerra Mundial. Bajo la dirección de Michel Pablo y Ernest Mandel, la CI llegó a reflejar las visiones de la nueva e vasta clase media burocrática y la aristocracia laboral que surgió en los países imperialistas durante el boom de la prosperidad a finales de la década de los cuarenta y los cincuenta. Mientras que Trotski había considerado a los proveedores de la colaboración de clases estalinistas y socialdemócratas como contrarrevolucionarios, los pablistas (los defensores de los “estados obreros deformados”) los veían como progresistas muy limitados que podían crear estados obreros si eran empujados por la lucha de masas y la animación de los “trotskistas”.

B. El decaimiento de la Cuarta Internacional

El abandono del marxismo genuino no fue el resultado de alguna conspiración malévola, fue la consecuencia de traiciones de carácter de clases. El aislamiento de la revolución Bolchevique en Rusia se dio al principio como resultado de los esfuerzos contrarrevolucionarios de la socialdemocracia reformista enraizada con los estratos de la aristocracia laboral. El atraso material de la revolución obrera en la URSS desembocó en el crecimiento de la burocracia estalinista y luego a su triunfo contrarrevolucionario bajo una ola de sangrientas purgas a finales de la década de los treinta. Aunque Trotski vio las purgas como una “guerra civil preventiva” contra el proletariado, el no creyó que el estado obrero que se degeneraba rápidamente había sido derrotado.

Ya para el 1939, Trotski creía que la dictadura proletaria soviética estaba tan degenerada, contradictoria y casi al final de su tiempo, que él la caracterizó como un “estado obrero contrarrevolucionario”. Contrario a su predicción, basada en la creencia errónea de que todavía era un estado obrero “hueco” y “débil”, la Segunda Guerra Mundial desembocó no en el colapso del estalinismo sino en su expansión. Desde sus comienzos, las revueltas obreras en Europa oriental fueron aplastadas por los estalinistas. Ninguna de las nuevas e frentepopulistas “democracias populares” fueron creadas por revoluciones obreras. Al principio la CI afirmó que los nuevos regimenes de Europa oriental eran capitalistas de estado, pero a finales de la década de los cuarenta concluyeron que eran "estados obreros deformados". Bajo el dominio de Stalin, varios partidos comunistas de la Tercera Internacional (TI) igual a los partidos socialdemócratas, llegaron a reflejar los intereses del estrato medio y la aristocracia laboral al interior del movimiento obrero internacional. A mediados de la década de los treinta, los estalinistas con ayuda socialdemócrata promovieron el populismo, la idea de que “el pueblo” por completo sin tomar en cuenta las diferencias de clase podía hacer avanzar la causa del progreso humano, prevenir al fascismo, y más guerras. Inevitablemente, esto desembocó en el apoyo a políticos burgueses reformistas en la dirección de “amplios” movimientos sociales y en las elecciones. Conllevó al apoyo de gobiernos frentepopulistas, subordinando los intereses obreros a los de los partidos burgueses de la colaboración. Socavó a través del tiempo la conciencia de clases profundamente sentida que una vez fue ampliamente generalizada a través del proletariado internacional. Conllevó un giro hacia el nacionalismo como substituto del internacionalismo. Erosionó la concepción marxista de que la clase obrera, bajo su propio programa, deberá dirigir al resto de sus aliados entre los estratos oprimidos. De esta manera, el populismo pavimentó el camino para las derrotas obreras, la traición de los movimientos de masas, los triunfos fascistas y la guerra imperialista mundial. Al sostener y tratar de darle una cara humana al capitalismo, sirvió para preservar al sistema con toda su horrible gloria imperialista.

Al comenzar los partidos reformistas de los países imperialistas su giro hacia la derecha y hacia la colaboración de clases durante la década de los cincuenta, los epígonos de Trotski de todas las variedades – los pablistas, shachtmanistas, cliffistas, etc. – hicieron un llamado a favor del “entrismo profundo” de los partidos estalinistas y/o socialdemócratas, no para destruirlos sino para animarlos hacia delante.

Ya para el 1952, la degeneración cualitativa de los vestigios de la proletaria e revolucionaria Cuarta Internacional se había completado. En la revolución boliviana de los principios de la década de los cincuenta, la importante sección de la CI en ese país apoyó a los nacionalistas de izquierda burgueses. Esa traición ayudó a destruir la revolución, y ninguna fuerza de envergadura dentro de la CI se opuso a esta total capitulación. Ese hecho significó el final como centro revolucionario para la CI. Ya para las décadas de los sesenta y setentas, las escisiones dirigidas por una variedad de epígonos a menudo apoyaban guerrillas campesinas dirigidas por la clase media, el vanguardismo estudiantil o el reformismo electoral. Las miríadas de escisiones que surgieron en su mayoría al corto tiempo después de la traición boliviana, llevaban el sello de la capitulación reformista o centrista. Los partidos reformistas – tanto estalinistas como socialdemócratas – se habían convertido en el apoyo principal para la preservación del capitalismo imperialista. El colapso de su apoyo dentro de la clase obrera se hizo evidente por su inhabilidad de controlar, acorralar y desviar los masivos levantamientos proletarios que sacudieron a casi todos los rincones del planeta a finales de la década de los sesenta y principios de los setentas. Desde entonces, el bloque estalinista ha colapsado y los partidos comunistas en la mayoría de los países se han convertido en sombras de lo que fueron una vez. Los partidos socialdemócratas y laborales han girado bruscamente hacia la derecha al profundizarse la crisis del capitalismo.

Hoy, bajo el impacto de esa crisis, muchos de los grupos reformistas de izquierda e seudo marxistas están en movimiento para llenar el vacío dejado por los reformistas tradicionales. Algunos han abandonado hasta la semblanza del trotskismo y la construcción del partido proletario y desaparecen al interior de lo que queda de los reformistas de izquierda leves tradicionales. Otros buscan lanzar nuevos, y aparentemente impecables partidos y alianzas reformistas para reemplazar a los viejos partidos. Cualesquiera ruta que escojan hacia el reformismo, utilizan sus nuevas formaciones para promover el populismo de colaboración de clases y bloques frentepopulistas con los “verdes” y otros reformadores radicales burgueses. Han asumido el rol, virtualmente abandonado por los partidos tradicionales, de defensores de izquierda del sistema capitalista disfrazados de sus adversarios. La OCCI está por la resurrección del revolucionarismo proletario. Lucharemos a favor de la restauración del marxismo autentico en oposición a las interpretaciones burguesas que ahora constituyen la “ortodoxia”. Juramos llevar acabo una lucha implacable contra los marxistas clase media que ensucian nuestra lucha. Vemos que la crisis del capitalismo está socavando y desintegrando el estrato medio y la aristocracia laboral a través del mundo. La habilidad del sistema capitalista para conceder reformas se ha reducido bastantemente. El rol del reformismo colaboracionista de clase, por lo tanto, se ha tornado más y más limitado. Al profundizarse la crisis, y aumentar la lucha proletaria, esperamos que las fuerzas centristas se polaricen, y esos elementos que buscan una perspectiva obrera genuina se cristalicen y abandonen de la ciénaga.

C. Un viraje en la historia

Nos encontramos en un giro de la historia mundial. En el 1990, en nuestro libro, La vida y muerte del estalinismo, contrastamos la primera mitad del siglo XX – con sus dos guerras mundiales, con la gran depresión, el fascismo y el estalinismo – con el presente:

En la superficie parecerá que todavía vivimos en la época del decaimiento – aunque el boom pos guerra haya llegado a su fin y la posibilidad de una severa crisis se discute entre la burguesía occidental, la perspectiva predominante... es que el capitalismo es exitoso. El colapso de los regimenes ‘socialistas’ orientales provee la confirmación.

Solamente un par de años mas tarde, la apariencia llegó a estar de acuerdo la realidad. La alegada estabilidad dirigida por el Nuevo Orden Mundial de los EE.UU. posterior al 'triunfo del capitalismo' ahora solamente provoca una risa burlona. El nuevo orden significa cualquier cosa menos la estabilidad. La economía mundial ha sufrido varios años de crecimiento nulo. El proletariado consiste ahora en la mitad de la población mundial, sin embargo más de una tercera parte de sus integrantes se encuentra sin trabajo. La brecha entre los ricos y los pobres, entre países y entre diferentes partes del mismo país, se ensancha cada vez más. Aun en los EE.UU., el país más rico del mundo, dos terceras partes de la gente trabajadora viven al nivel o por debajo del estándar oficialmente descrito como “necesario para la salud, eficiencia, la crianza de niños y la participación en actividades comunales”. En otras palabras, la mercancía proletaria, la fuerza de trabajo, de la cual depende el capitalismo para su propia existencia, se destruye sistemáticamente.

Mientras más se derrumba la justificación del dominio de clases, mas harán los gobernantes capitalistas para mostrar que van a preservar el poder. El genocidio de ayer en Ruanda y la campaña de asesinatos sionista contra los palestinos son solamente ejemplos extremos de las viciosas guerras nacionalistas llevadas acabo en el Medio Oriente, África, la ex-Yugoslavia, Asia central, y el Caucáseo. En todos los continentes, grandes olas de refugiados huyen de sus patrias. Formas reaccionarias de terror diseñadas para ponerle un alto a las depredaciones del bestial imperialismo alrededor del mundo han conllevado solamente a unas campañas de terror aun más devastadoras dirigidas por los poderíos capitalistas occidentales mas "avanzados". El capitalismo no ofrece ninguna solución – solamente una salvajada tras otra, con el propósito de hacer parecer que una existencia humana genuina es imposible de alcanzar.

Una existencia humana si es posible. Las fuerzas productivas han alcanzado el punto desde cual la vida para todos es posible sin hambre y desamparo. Solamente el dominio de una clase sobre otras lo previene. Claramente el mundo encara la elección entre el socialismo autentico y la barbarie que se hace crecientemente manifiesta. No existe espacio para ninguna otra alternativa que no sea la revolución proletaria. Sin embargo, el grueso de la izquierda mundial permanece comprometida al “realismo” burgués: al populismo, al electoralismo, a la “democracia”, al nacionalismo “progresista”, y a una doctrina corrupta e destripada que se hace pasar por el marxismo. Aumenta la conciencia de la necesidad de un cambio revolucionario, pero dado el pasado, el respeto por el marxismo como la guía hacia la revolución se encuentra en su punto mas bajo en este siglo. Bajo estas condiciones la OCCI tiene la tarea de restaurar mas aun y reelaborar los principios mas básicos del autentico marxismo sobre los cuales descansa toda la esperanza de la humanidad. La dialéctica marxista nos enseña que es imposible restaurar pasadas concepciones sin darles mas desarrollo aun. El mundo y todo fenómeno dentro del mismo se encuentran en un proceso de cambio continuo, por lo tanto, el entendimiento marxista mismo tendrá que evolucionar del mismo modo.

II. Los principios básicos del marxismo

A. El capitalismo y sus clases

El capitalismo, la forma mas avanzada de la sociedad de clases, se basa en la extracción de plusvalía mediante el trabajo asalariado. Las dos clases principales de la sociedad capitalista, la burguesía (los capitalistas) y el proletariado (los trabajadores), son fundamentales al modo de producción y se enfrentan la una a la otra en una relación antagónica. Como enfatizara Marx, las clases son colecciones de individuos pero son determinadas por su relación entre si. La relación esencial entre la burguesía y el proletariado es la explotación en el punto de producción.

Aunque el capitalismo haya logrado controlar más a la naturaleza que cualquier sociedad previa, tiene una menor capacidad para controlar sus propias relaciones sociales. La clase dominante no solamente enfrenta a un proletariado poderoso e hostil; en sus relaciones internas los capitalistas se enfrentan unos a otros solamente como los propietarios de capitales individuales. Entre ellos reina la anarquía, de tal modo que las relaciones sociales de producción se hacen valer así mismas solamente mediante las leyes ciegas del sistema.

La burguesía es la clase de grandes propietarios que viven de la plusvalía producida por otros. Se centra alrededor de los dueños de los medios de producción y finanzas principales. Ha sido la clase gobernante en los países más avanzados durante los últimos doscientos años y no han sido retados por su dominación mundial durante el siglo XX. Hoy día, de una forma u otra, dominan en todos lados. El proletariado es la clase de todas las que no son dueños de propiedad significativa alguna y es, por lo tanto, obligado a vivir de la venta de su fuerza de trabajo como salario, y para entablar una lucha diaria contra la burguesía por su existencia. Se centra alrededor de las fuerzas trabajadoras de masas en la industria y el transporte, ambas clave en la producción de plusvalía. El sistema mismo ha desarrollado a la clase obrera moderna mediante patrones cooperativos de trabajo y organización social en la producción, en lucha con la clase gobernante por la plusvalía. De tal modo, que el sistema descansa sobre y ha creado sus propios sepultureros, una clase cuyo interés objetivo se encuentra en el logro de un mundo cooperativo en vez de uno corta cuellos.

La pequeña burguesía consiste de propietarios de pequeñas propiedades que primordialmente producen su propia plusvalía y explotan pocos si es que explotan trabajadores. El campesinado es la sección mayor de la pequeña burguesía en muchos países. Esta clase esta también explotada por la burguesía, que expropia bastante de la plusvalía producida por la pequeña burguesía.

Entre la burguesía y el proletariado se encuentran los estamentos de la “clase media” de profesionales, gerentes, académicos y otros asalariados y auto-empleados, estamentos generalizados grandemente por el capitalismo durante esta época de decaimiento con el propósito de controlar y comprar al proletariado. Estos estamentos se ínterpenetran con la clase obrera, por un lado, y con pequeña burguesía superior y la burguesía, por otro lado.

B. El capitalismo en decaimiento

Una vez progresista, el capitalismo ha desarrollado brutalmente las fuerzas productivas a tal punto donde la sociedad de clases y la explotación ya no son necesarias. El capitalismo es, por lo tanto, la última sociedad de clases en la historia de la humanidad. Ya que persiste como sistema mundial, es reaccionario y contrarrevolucionario.

En la época de decaimiento, las tendencias del capitalismo hacia la concentración y centralización de la producción ha alcanzado el punto de la monopolización. Como resultado, el capitalismo ha dejado de desarrollar orgánicamente las fuerzas productivas y se ha convertido en un grillete sobre las mismas. Genera depresiones internacionales severas que inevitablemente empeoraran mientras mas dure el sistema. Se podrán posponer, pero la demora solamente traerá más devastación cuando estas surjan de nuevo.

El homólogo internacional del monopolio es el imperialismo. El mundo esta dominado por un reducido numero de poderíos imperialistas que se apropian sistemáticamente de la plusvalía de los países dependientes más débiles y subordinan la formación independiente de capital.

En su desarrollo histórico, el capital produjo el instrumento político apropiado para si mismo: el estado-nación. El estado burgués es un órgano de la clase dominante diseñado para regular mediante su monopolio de la fuerza armada los asuntos internos de la burguesía, el conflicto de clases con el proletariado y conflictos internacionales con otras fuerzas burguesas. El estado sirvió para promover y proteger la formación y desarrollo del capital dentro de sus fronteras.

En la época del decaimiento capitalista, el estado-nación ha sobrevivido a su utilidad económica, ya que los medios de producción son ahora internacionales y constantemente confrontan los límites nacionales. Sin embargo, el estado-nación permanece como una necesidad política del capital, tanto como una herramienta para desatar la lucha contra capitalistas rivales como para dividir a la clase obrera. Los intentos pacíficos a la unidad capitalista internacional están condenados al fracaso. El capitalismo perdura como un sistema en guerra consigo mismo.

Solamente bajo la hegemonía de poderíos nacionales dominantes o conquistadores podrá el capitalismo lograr un grado de unidad temporera. Por lo tanto, el sistema es impulsado, por un lado, hacia el imperialismo y la guerra imperialista y, por otro lado, hacia el nacionalismo burgués defensivo de las victimas del imperialismo.

El crecimiento y la organización del proletariado obligan a la clase dominante a utilizar gran parte de su plusvalía no para la acumulación productiva sino para la estabilización y represión como también para la guerra contra capitales rivales. El sistema expande grandemente al aparato estatal con el propósito de controlar y comprar a las masas como también para regular la competencia que se intensifica dentro de la misma clase dominante.

El ejército de reserva de los desempleados ha crecido en gigantescas proporciones y constituye un fenómeno mundial. Los imperialistas ahora son capaces de utilizar la amenaza del desempleo con el propósito de reducir los salarios y jornales a nivel internacional.

El capitalismo en decaimiento le da auge al nacionalismo y a la militarización para desviar y reprimir la lucha de clases. El fascismo, la movilización de la pequeña burguesía, lumpen proletariado, y los elementos aristocráticos del trabajo sobre un programa “anti-capitalista” radical pero en la realidad anti-obrero, constituyen el último recurso de los capitales nacionales inestables. El fascismo promueve todas las tendencias inherentes del sistema hacia el racismo, el chovinismo nacional, y la guerra. La intensificación de la presente crisis significará inevitablemente el triunfo del fascismo en unas naciones claves a no ser que la revolución socialista lo prevenga. Si la revolución no lo previene a tiempo, no existe duda alguna que las presentes tensiones que permean las relaciones entre los poderíos imperialistas estallarán en la Tercera Guerra mundial.

El capitalismo empeora todas las divisiones sociales con el propósito de mantener a la clase obrera dividida. Ha extendido la opresión pre-capitalista de la mujer mediante la “doble carga” de la institución de la familia y el trabajo explotativo, entre otras cosas. Ha inventado las ideologías reaccionarias del racismo y el nacionalismo imperialista. La antigua arma del antisemitismo ha sido revitalizada hasta unas proporciones asesinas con el propósito de desviar los ataques contra el mismo capitalismo. En el presente, el imperialismo activamente promueve el anti-arabismo y una campaña de chovinismo reaccionario contra los musulmanes de todas las nacionalidades. La opresión de los homosexuales y lesbianas, a veces la mas violenta de todas, se deriva de la necesidad del capitalismo para mantener la santidad de la familia y permanece muy fuerte en el presente.

El racismo, originalmente invocado a su existencia asesina por el emergente capitalismo con el propósito de justificar la esclavitud en el hemisferio occidental, se convirtió en un instrumento para crear y defender la dominación imperialista del “tercer mundo”. La superexplotación de niveles de la clase obrera socava todos los jornales y salarios proletarios. En esta época, el racismo se ha convertido en una de las defensas principales mundiales del moribundo capitalismo, hasta tal punto de inspirar genocidios.

En esta época, las demandas del capitalismo han resultado en las migraciones más masivas de seres humanos que jamás haya visto el mundo. Por lo tanto, el proletariado se ha convertido aun más interdependiente. Sin embargo, el chovinismo anti-inmigrante, engendrado por el mismo imperialismo, ha sido unido al racismo y acelerado como medio para dividir a la clase obrera.

La crisis se encuentra ahora tan profunda que hasta la poderosa economía norteamericana ya no puede beneficiarse de los desastres económicos que circunvalan el resto del mundo como en el pasado. Si va a surgir una depresión al nivel de la de la década de los treinta – o una mayor – dentro de un año, dos años, o más años, no podemos predecir. Sin embargo, el mundo se inclina ineludiblemente sobre ese eje.

El capitalismo mundial en su agonía de muerte nos presenta horrores que van a empequeñecer enormemente esos que ya torturan al planeta. En estos momentos, la vacilante pero implacable ofensiva desatada por la burguesía mundial contra la clase obrera ha acelerado como resultado de los ataques terroristas del 11 de septiembre, que el capitalismo norteamericano ha aprovechado de forma oportunista. Tras la cara del anti-terrorismo, las clases dominantes imperialistas dirigidas por Washington están agitando al chovinismo patriótico como antesala a las guerras imperialistas con el propósito de atemorizar mundialmente a las masas rebeldes – y a las marionetas mismas del imperialismo que se hacen de la vista gorda.

C. El reformismo

Las burocracias estatales e industriales que han florecido en esta época tienen sus contrapartes en las organizaciones, partidos, y sindicatos obreros. El imperialismo promueve a un estamento de la clase obrera que tiene intereses en el sistema: la “aristocracia obrera” de los trabajadores mejor pagos e con mas seguridad, especialmente en los países imperialistas.

Descansando sobre el estamento aristocrático se encuentra la burocracia obrera que sirve al capitalismo como los agentes mediadores de la fuerza laboral de los obreros. Como tal es pequeña burguesa en su naturaleza de clases, y no proletaria. Su existencia depende tanto de la sobre vivencia del capitalismo como de la reforma continua del sistema para otorgarle adelantos a los trabajadores con el propósito de atarlos a la sobre vivencia del capitalismo.

Ideológicamente, la burocracia e aristocracia obrera reflejan la interpenetración clase media y pequeña burguesa con la clase obrera. Históricamente, desarrollaron la teoría social democrática denominada revisionismo, la noción de que el socialismo se podía lograr no mediante la revolución sino por la constante presión de los obreros a favor de las reformas, que de cualquier manera seria el resultado normal del desarrollo y la modernización del capitalismo.

Durante tiempos de prosperidad, el reformismo favorece reformas limitadas que benefician a la clase obrera dentro del marco del capitalismo. En el presente favorece básicamente la defensa de los alcances pasados. En el mañana cuando surjan alzamientos obreros para traicionar, algunas secciones de los reformistas hablaran de nuevo de los logros y alcances. Dada la crisis y la polarización de clases, los partidarios del reformismo se ven constantemente obligados a alinearse en colaboración con fuerzas abiertamente burguesas y han cesado de balbucear acerca de las reformas. Los reformistas tradicionales ya han hecho esto descaradamente. Los elementos más a la izquierda, mientras continúan apoyando las reformas, se ven ahora obligados a seguir esa misma dirección de movimiento.

En el presente, la crisis sistémica consume a la clase media y a la aristocracia obrera. Secciones de estos estamentos se deslizan precipitadamente hacia el interior mas profundo de la clase obrera. Para los individuos y secciones de estos estamentos, la crisis misma decidirá a cual formación de clase le darán su lealtad.

D. El estalinismo

Mediante la victoria de la contrarrevolución en la URSS, la burocracia se transformó en una clase dominante del capitalismo estatificado. Obligada a mantener la propiedad nacionalizada utilizó al estado para extraer la plusvalía de la cual vivía. Sirvió como una clase regente para la ausente burguesía, dueña de la propiedad privada.

La meta social de la clase dominante estalinista fue defender e expandir su capital nacional mediante la autarquía relativa y la incorporación del proletariado: el capitalismo en un solo país fue su meta utópica reaccionaria bajo su consigna ideológica de “socialismo en un solo país”. Por lo tanto, la persistencia del capitalismo en su época de decaimiento le dio paso a una forma inequívoca de capitalismo decadente que entonces apoyó al sistema capitalista monopolista.

En naciones mas débiles donde la burguesía nativa estaba desacreditada y no era capaz de defender su poder de clase, y donde la clase obrera había sido derrotada significativamente, todos lo esfuerzos dirigidos a defenderse del imperialismo daban paso hacia un capitalismo de estado enormemente expandido. En los casos extremos esto dio como resultado la construcción de estados pos Segunda Guerra Mundial cuyo modelo era la Unión Soviética estalinista. La estatificación de la propiedad de parte de fuerzas de clase pro-capitalistas fue posible solamente luego de la derrota y decapitación del proletariado. Esto es una confirmación negativa y extensión de la teoría de la revolución permanente.

En el mundo colonial y semi-colonial, los estalinistas siempre estuvieron a favor de restringir las revoluciones que se desataban en el mundo pos Segunda Guerra Mundial al nivel de la etapa burguesa. A todo costo, trabajaban para prevenir que los obreros trascendieran la colaboración de clases y el dominio del capital. De esta manera, sin poder romper con el mercado imperialista mundial, los estalinistas fueron clave en preparar el camino para el neo-colonialismo que domina en esas áreas en el presente.

El estalinismo tenía tendencia a desarrollarse en las áreas del mundo donde el capitalismo tradicional era muy débil para mantener un agarre y incapaz de contener a las explosivas masas. El estalinismo utilizo el terror y las concesiones al proletariado con el propósito de mantener el dominio del capital, principalmente en los países de desarrollo combinado e desigual, es decir, exhibiendo una combinación de clases obreras peligrosas con condiciones sociales e económicas anticuadas. Aun posterior a la contrarrevolución, los estalinistas en la URSS se vieron obligados a mantener algunos de los logros de la Revolución de Octubre para poder existir: la nacionalización, el empleo total, etc. Los gobiernos estalinistas del pos guerra, en otros lugares se vieron obligados a adoptar medidas similares para mantenerse vivos y contener a los obreros.

Los métodos estalinistas, cuando más, eran capaces de lograr éxitos temporeros. Arrastrados hacia abajo por los logros obreros remanentes, los estados estalinistas produjeron un capitalismo de desperdicio e ineficiente que no era capaz de resolver las crisis económicas y de hecho, las hacia permanentes. Bajo la “planificación”, la economía era un desorden anárquico. Crecientemente, la clase dominante confrontó la rebelión de la clase obrera al tratar de intensificar la explotación y remover los pasados logros. Esto llevó al inevitable retorno del estalinismo a métodos más burgueses y a su colapso final.

Los estados estalinistas fueron (y, los que todavía existen, son) obstáculos contrarrevolucionarios para el socialismo. La URSS fue, por derecho propio, imperialista, al subordinar a su propia prisión de naciones internamente y a los satélites que había conquistado. A pesar de su autodefinición anti-imperialista, y la verdadera rivalidad con el Occidente, estos estados fueron puntos de apoyo para el imperialismo mundial y jugaron un rol decisivo en las décadas posguerra para contener a las masas en las áreas del mundo donde la textura del capitalismo había fallado. Mientras los imperialistas occidentales desataron una guerra fría contra la URSS, los estalinistas en todos los países buscaban colaborar con cualquier “circulo pacifico e progresista” que encontraban. La profundización de la crisis del capitalismo mundial socavó las destartaladas economías estalinistas. Los alzamientos de la clase obrera derrocaron los regimenes. Pero en la ausencia de partidos revolucionarios, las revueltas fueron secuestradas por los burócratas, que estaban en el proceso de convertirse en burgueses de propiedad privada. Murió el estalinismo, pero no sin antes llevar a cabo su misión de preservar al capitalismo imperialista durante más de medio siglo.

E. El comunismo y los estados obreros

El desarrollo total de las fuerzas de producción, el logro de la abundancia para todos, y el florecimiento de la humanidad y la cultura humana, requieren del establecimiento del comunismo, la sociedad sin clases. Se puede lograr el comunismo solamente mediante la transformación revolucionaria de la sociedad por el proletariado.

Esta transformación se lleva a cabo por sociedades transitorias bajo estados obreros (la dictadura del proletariado). Las tareas de los estados obreros consisten en vencer las divisiones de clase, opresión y barreras económicas del capitalismo, con el propósito de desarrollar las fuerzas productivas (sobre todo, la misma clase obrera) y una economía planificada centralizada basada verdaderamente sobre la conciencia de las masas. La planificación en los estados obreros busca producir mas y mas productos para el consumo humano en vez de para producir ganancias. La nueva tecnología y maquinaria ya no significa salarios y jornales más bajos y el desempleo, sino una abundancia mayor y un día de trabajo más corto para todos. Al crecer la acumulación, las viejas e ciegas leyes de la escasez que impulsaban a la sociedad capitalista empiezan a perder su agarre sobre el reparto de los recursos y la misma sociedad emergente. El estado obrero se extingue al desaparecer el proletariado como clase aparte.

El estado obrero se debe basar en el dominio real de la misma clase obrera, ejercido mediante instituciones de masas como los soviets o consejos obreros. La democracia obrera requiere la dictadura del proletariado, no sobre el proletariado. Los consejos obreros se hacen y permanecen revolucionarios mientras sean dirigidos democráticamente por los obreros más avanzados y su partido. Mientras los obreros avancen en su toma de conciencia, la transformación al socialismo y al comunismo se convierte más y más decidida.

Un estado obrero solamente podrá ser exitoso en mantenerse y crear la abundancia si es parte de una confederación internacional de tales estados. Mientras el capitalismo persista, los estados obreros también serán centros de la lucha de clases internacional contra ese pestilente sistema. El “socialismo en un solo país” es una meta imposible y una estrategia auto derrotista.

F. La revolución socialista

Los estados obreros se podrán crear solamente mediante la revolución socialista que derrocara a los estados capitalistas. Rechazamos la teoría de “los estados obreros deformados” no creados por revoluciones obreras. No puede existir una transformación pacifica del capitalismo al socialismo: el estado capitalista deberá ser abolido mediante la insurrección obrera armada.

La revolución socialista deberá ser dirigida por el partido de vanguardia proletaria. Los soviets, consejos obreros, etc., las formas superiores del frente único proletario, pueden actuar como vehículos para la conquista revolucionaria del poder estatal mediante la dirección del partido de vanguardia. Los “actos espontáneos” de la clase obrera – es decir, actos de masas del proletariado sin dirección y control organizada de fuerzas políticas definidas – pueden y logran un gran significado positivo. De hecho, el crecimiento de la conciencia avanzada toma lugar como resultado de las lecciones aprendidas en tales luchas preliminares. Sin embargo, mientras tales luchas sean dominadas por la conciencia no-revolucionaria – es decir, no dirigidas por la vanguardia obrera consciente – no se podrá lograr la revolución socialista.

En ningún país es necesario una etapa democrático burguesa u capitalista de “clase mixta” o “sin clases”. La clase obrera deberá buscar dirigir a otras clases o elementos de clase, tales como al campesinado y la estrata media inferior, en una alianza revolucionaria a favor de la revolución socialista internacional.

Dado que en esta época, el proletariado ha crecido y se ha convertido en una fuerza poderosa e independiente, la burguesía se ve obligada a alinearse con los remanentes de las clases pre-capitalistas completamente reaccionarias. Imperialista hasta el corazón, ella misma debe acudir a medios reaccionarios anti-democráticos burgueses con tal de defender su dominio. En los tiempos relativamente prósperos, los imperialistas prefieren encubrir su poder armado – o el de sus marionetas – con un ropaje democrático. Sin embargo, durante la presente crisis, el puño esta siempre presente. Sin embargo, en esta época, sin importar el nivel de crisis, las restantes tareas democráticas de las revoluciones burguesas se podrán lograr y mantener solamente por la clase obrera mediante la revolución socialista. Es decir, la revolución “democrática” es ahora el producto de la revolución socialista, y no una etapa inevitable antes de la misma. Esta es la teoría de la revolución permanente. Ya que el capital es internacional y depende del nacionalismo fraticidia para sobrevivir, el proletariado deberá ser internacionalista. La revolución proletaria en un país deberá propagarse al proletariado de los poderíos imperialistas económicamente avanzados e dominantes, para que el estado obrero sea capaz de desarrollarse hacia el socialismo y al comunismo.

G. El partido revolucionario

El partido de vanguardia revolucionario representa al estamento de más avanzada conciencia de la clase obrera. Ya que la clase obrera tiene que ser independiente de todas las otras clases, Lenin y Trotski subrayaron correctamente que el partido de vanguardia es el partido de solamente una clase y centra su trabajo dentro de la clase obrera. El partido de vanguardia en cada país deberá ser una seccional de la autentica y recreada Cuarta Internacional, partido mundial de la revolución socialista.

La Internacional y sus partidos son organizaciones combativas democrótico centralistas: estas incorporan la unidad en acción disciplinada con la democracia interna. Dentro del partido y la Internacional, el derecho básico de la mayoría consiste en que sus políticas se llevan a cabo como las políticas del partido. El derecho básico del grupo o facción de la minoría consiste en que sus visiones se pueden escuchar y considerarse dentro del partido y que sean representadas adecuadamente en los cuerpos directivos del partido.

La tarea fundamental de los comunistas es construir el partido de vanguardia. Esto requiere distinguir los niveles de la clase con el propósito de ganarse a la emergente vanguardia. Los leninistas saben que hasta los partidos revolucionarios de masas no pueden saltar sobre los estamentos más avanzados para dirigir a las más amplias masas de obreros sin enfrentar consecuencias desastrosas. La Internacional obrera es siempre necesaria; su construcción es siempre la tarea principal de todos los comunistas. La Internacional no es el resultado fortuito de un proceso de construcción de partidos en cada país, una estrategia federativa nacionalista disfrazada. La construcción de la Internacional debe ocurrir a la par de la construcción de la seccional en cada país.

Los comunistas, siempre, trabajan para mantener la naturaleza obrera del partido internacional tanto en su composición como en su programa.

H. La Cuarta Internacional y la OCCI

La Internacional es marxista, leninista y trotskista. Trazamos nuestra herencia a la Liga Comunista y la Primera Internacional de Marx y Engels; la Segunda Internacional, y posterior al 1900, a sus alas revolucionarias dirigidas por Lenin y Luxemburgo; a la Revolución Rusa y a la Tercera Internacional de Lenin y Trotski; a la Oposición de Izquierda, a Liga Comunista Internacional y a la Cuarta Internacional; y a la lucha dirigida por Trotski contra las influencias clase media en la Cuarta Internacional.

En el presente la bandera revolucionara la llevan grupos de propaganda pre-partido, en la actualidad la carga la OCCI. Hasta que se logre crear de nuevo la Cuarta Internacional, la OCCI opera en el espíritu del centralismo democrático; le previene de convertirse completamente democrático-centralista únicamente sus limitados recursos.

Nuestra resurrección de la teoría e practica marxista comenzó con la lucha en los Socialistas Internacionales (IS – International Socialists EE.UU.) en el 1972-73 que resultó en la fundación de la Liga Socialista Revolucionaria (RSL – Revolutionary Socialist League EE.UU.) en el 1973 y la Liga por el Partido Revolucionario (LRP – League for the Revolutionary Party, EE.UU.) en el 1976. Hemos desarrollado nuestra visión de las principales lecciones de los primeros cuatro congresos de la Tercera Internacional, los documentos y luchas de la Oposición de Izquierda Comunista y la Cuarta Internacional – y los logros de la misma OCCI incorporados en el empuje político de los documentos de convención de la LRP-U.S., nuestro libro La vida y muerte del estalinismo, nuestra revista Proletarian Revolution y otros documentos y publicaciones desarrollados por camaradas en Australia y Alemania.

La prueba de toda teoría es la práctica. Ünicamente el triunfo final de la revolución socialista y la exitosa transición hacia el comunismo constituye la prueba final del autentico marxismo. Una guía inmediata para probar la validez de una teoría es la probada predicción de los eventos mundiales actuales. En este sentido, la tendencia política encarnada en el presente en la OCCI ha pasado la prueba exitosamente a un grado que no ha sido logrado por ninguna otra tendencia que conozcamos en el planeta. Cuando, a finales de la década de los setenta, varios grupos de la izquierda “trotskista” vieron en la URSS, por bien o por mal, como la ola del futuro y una poderosa alternativa planificada al capitalismo occidental, nosotros señalamos sus debilidades. La teoría del “colectivismo burocrático” shachtmanista vio al estalinismo dinámico luchando con el socialismo sobre el capitalismo moribundo. La teoría cliffista reclamaba que el “capitalismo de estado” había suplantado al imperialismo como la última y más elevada etapa del capitalismo. Los pablistas veían al estalinismo como pos capitalista y más adelantado económicamente que el capitalismo. Nosotros señalamos no solamente el colapso eminente del estalinismo como una forma de capitalismo derrochador, anárquico, y de retazos, sino también, añadimos que se vería obligado a regresar a la dirección de las formas tradicionales de mercados capitalistas con el propósito de estimular su taza de ganancias que se encontraba en acelerado declive.

Cuando a la altura de la Guerra Fría, todos los epígonos predecían que la futura tercera guerra mundial seria entre la URSS y el Occidente, nosotros señalamos que mientras la Unión Soviética fuese militarmente fuerte, era económicamente desastroso rivalizar en la escena mundial al imperialismo occidental. Con toda y la rivalidad genuina entre los dos bloques, los estalinistas asumieron un rol esencialmente de apoyo a la continuada existencia del capitalismo monopolista mundial. Ünicamente nosotros hicimos la predicción de que la guerra fría terminaría sin una guerra mundial y que, si la revolución socialista no lo impedía, la Tercera Guerra Mundial se lucharía entre los EE.UU., Alemania y el Japón como los contendientes principales. La Rusia y la China serian los socios secundarios y/o las esferas de discordia. Mientras que en la práctica los combatientes de la futura guerra no han sido determinados, todos los observadores serios ven el aumento de tensiones entre los principales poderíos imperialistas. Permanecemos confiados en nuestra predicción que postula que el todavía sin retar (por los otros imperialistas) súper poderío norteamericano inevitablemente tendrá que luchar contra los poderíos alemán y japonés por la redivision de la producción mundial de la plusvalía. Lenin enfatizó que no podía haber práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria. En la ultra izquierda en el presente, la racionalización y los juicios ex pos facto han suplantado hasta los intentos de trabajo teórico serio.

La predicción no es ya una meta real ya que cada tendencia se agarra a su versión de la ortodoxia con el propósito de mantenerse con vida. Los zombis políticos nunca van a crear de nuevo la Internacional obrera bolchevique leninista.

III. La estrategia marxista en el presente

A. Los partidos obreros

Estamos por la dirección del partido de vanguardia de todas las luchas obreras. Nos oponemos a todos los intentos de parte del capital para intervenir en las organizaciones obreras. La democracia y los otros logros obreros se podrán lograr únicamente luchando contra la clase dominante y su estado, y no con la colaboración con ambos.

Las organizaciones obreras de masas en el presente son dirigidas por burócratas reformistas que se alinean inevitablemente con los intereses del capitalismo en la lucha de clases. En todas las luchas los comunistas advierten y luchan contra el rol de la burocracia obrera de contener a los obreros organizativa y ideológicamente.

Los partidos comunistas, socialdemócratas, y laborales, por lo general, fueron logros de la clase obrera que los formó. En el presente por lo general, fuera de los países ex-estalinistas y estalinistas, estos permanecen como partidos obreros burgueses. La contradicción que los caracteriza consiste en que todavía reflejan los pasados logros obreros aunque sean utilizados por la burguesía contra su base obrera. Luego que los partidos socialdemócratas reformistas hicieran claro en la práctica su compromiso inherente con la burguesía durante la Primera Guerra Mundial, los leninistas los han considerado contrarrevolucionarios. A finales de la década de los treinta, la traición estalinista de la revolución española, mediante la colaboración de clases, llevó a Trotski a señalar que los partidos comunistas se habían convertido completamente contrarrevolucionarios.

La participación en y el apoyo electoral critico para algunos partidos comunistas, socialdemócratas, y laborales son tácticas posibles debido a sus aun independientemente organizadas bases proletarias. Estas son tácticas para utilizarse cuando las masas obreras las vean como alternativas viables a los partidos abiertamente burgueses y cuando su uso sea la mejor manera para desenmascarar su traición. Combatimos la visión de que son instituciones obreras que requieren un apoyo electoral permanente.

De igual manera, enfatizamos el hecho de que los obreros en lucha necesitan y quieren la unidad de clase contra los capitalistas. Luchamos a favor del frente únido de la clase obrera, advirtiéndole abiertamente a nuestros compañeros obreros que las direcciones reformistas traicionaran a nuestra clase.

B. Los sindicatos

Contrario a los partidos obreros burgueses, los sindicatos, aun cuando son dirigidos por los socialdemócratas traicioneros o por otros reformistas, no son instituciones inherentemente contrarrevolucionarias, y los comunistas no favorecen su terminación. Estos representan logros históricos de la clase obrera, y su membresía está restringida a la misma clase. Mientras que no son instituciones revolucionarias, podemos luchar dentro de ellas a favor de una dirección revolucionaria y la necesidad de retar políticamente al poder estatal. A veces las federaciones sindicales son decisivas en industrias estratégicas donde el proletariado tiene un enorme potencial de poder. La historia ha probado, una y otra vez, que la burocracia obrera debe ser retada y desenmascarada dentro de los sindicatos y que los intentos de evitar estos choques son totalmente autoderrotistas para la vanguardia revolucionaria.

La diferencia entre los partidos laborales y socialdemócratas, por un lado, y los sindicatos, por otro, consiste en que los primeros son categorías de partidos políticos, y los segundos, son una forma especial del frente único de la clase obrera. Muchas tácticas, incluyendo la del frente único, apoyo crítico y el entrismo, pueden ser apropiadas para la construcción del partido revolucionario – para arrancarles la base obrera a los partidos reformistas. En el caso de los sindicatos, la tarea no consiste en arrancar a los obreros de los sindicatos sino de reemplazar a la burocracia con la dirección del partido revolucionario.

Aun con nuestras reducidas fuerzas en el presente, hacemos trabajo de propaganda y hasta actividades de agitación dentro de los sindicatos. La idea de que tal experiencia es de poco valor es condescendiente. La idea de que la vanguardia revolucionaria no esta obligada a adquirir la confianza de los obreros y experiencia a través de los años por su trabajo dedicado es engañoso.

C. El centrismo

La ideología de la clase dominante ha invadido a la clase obrera, no solamente mediante el reformismo y el estalinismo sino también mediante las tendencias clase media que falsamente hablan en nombre de la revolución proletaria: los centristas y reformistas de izquierda. Es decisivo desenmascarar y combatir tales izquierdistas. Sus vacilaciones pueden destruir la conciencia. Peor aun, muchos de los grupos centristas han probado que ellos buscan utilizar a la clase obrera como grupo de choque inconsciente en el interés del populismo y su variante de capitalismo, todo esto en el nombre del socialismo.

El partido revolucionario combate las teorías seudo-marxistas que le otorgan un rol central a la clase media, cuyos miembros son a menudo hostiles tanto a la burguesía anárquica como a la clase obrera “fuera de control”.

Ellos promueven un “socialismo” que le otorga poder a los intelectuales e gerentes sobre la clase obrera (en nombre de la clase obrera) en una economía “planificada” y ordenada por los sabihondos. De allí surgen las teorías del “marxismo clase media” que justifican o racionalizan o simplemente forman la rabiza del estalinismo y la socialdemocracia.

También combatimos las tendencias que se sumergen en la política estudiantil clase media en el presente bajo el reclamo de que mañana estos se “orientarán hacia la clase obrera”. De esta manera, en la practica demuestran que clase ellos creen es el vehículo para la conciencia socialista. Por otro lado, la actividad entre los estudiantes de la clase obrera es una tarea decisiva para la creación de cuadros proletarios.

D. Las luchas democráticas

Apoyamos todas las luchas contra la opresión, sujetas solamente a los más elevados intereses de la clase obrera internacional. Promulgamos la revolución permanente: las tareas democrático burguesas incumplidas se llevaran a cabo únicamente mediante la revolución socialista. Estamos por la dirección obrera de todas las luchas contra la clase dominante.

En la lucha contra el imperialismo, la opresión, el racismo, el chovinismo nacional, el sexismo, el fundamentalismo clerical, y el fascismo, combatimos la dependencia en las fuerzas populistas burguesas. Las organizaciones de masas de los oprimidos son dirigidas por los reformistas clase media. Contraponemos direcciones proletarias a todas estas fuerzas, sin importar que tan militante sea su retórica.

Defendemos las luchas por la liberación femenina, siempre enfatizando las condiciones y necesidades de las mujeres trabajadoras. Estamos por el derecho de la mujer a trabajar fuera de la familia como trabajadoras asalariadas y por su completa igualdad. Luchamos a favor de los derechos democráticos completos de los gays y lesbianas.

Defendemos todas las luchas a favor de la igualdad y justicia de las minorías raciales e nacionales, luchando a favor de una dirección obrera de tales grupos.

Defendemos los derechos de los inmigrantes y hacemos campaña para que se les ponga fin a todas las barreras discriminatorias contra los refugiados huyendo de persecuciones políticas o la miseria económica.

En los países donde las masas campesinas exigen la división en vez de la colectivización de la tierra, los comunistas por lo general apoyan esta demanda con el propósito de demostrar con el ejemplo, y no la fuerza, la necesidad de la agricultura socialista.

Los comunistas auténticos son materialistas e ateos. Nos oponemos a todas las jerarquías religiosas, que utilizan la idea del reino sobrenatural para defender la sociedad de clases, en general, y al capitalismo decadente, en particular. Se aprovechan de las masas empujadas a la más profunda miseria por el capitalismo que buscan consuelo en la religión. La tal llamada teología de la liberación y su perpetuación por la superstición no constituye la respuesta al fascismo clerical y a la superstición. El fundamentalismo que reclama hostilidad al imperialismo constituye un obstáculo reaccionario a la lucha necesaria contra el imperialismo, el enemigo principal del mundo.

Sin embargo, ya que la persecución religiosa en algunos casos cumple el mismo rol que la opresión racial, nacional, o sexual, defendemos el derecho de las masas a practicar sus creencias religiosas; la religión se extinguirá como resultado de la conciencia adquirida en la lucha. El presente crecimiento del chovinismo anti-islámico y anti-semita será combatido vigorosamente.

E. El imperialismo y la guerra

Como leninistas e internacionalistas, defendemos siempre y en todos lugares el derecho de las naciones oprimidas contra sus opresores. Defendemos el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas. Le damos apoyo técnico-militar a las naciones oprimidas y a las fuerzas nacionalistas que combaten militarmente contra el imperialismo. Esto quiere decir que no apoyamos políticamente a los dirigentes nacionalistas o a las ideologías nacionalistas, que son inherentemente burgueses.

Defendemos a las naciones que desean separarse y en un número de casos, hemos apoyado la separación. Sin embargo, argüimos contra la selección de parte de las masas de la independencia nacional cuando esa vía separatista se pueda evitar. Nuestra actitud hacia la cuestión nacional es gobernada por la necesidad de ganarnos a las masas de los obreros oprimidos y sobre todo por los intereses supremos del proletariado mundial.

En las guerras inter-imperialistas nos oponemos a ambos lados. En cualquier país imperialista nuestra política es el derrotismo revolucionario. Rechazamos al pacifismo y hacemos campaña a favor de las tácticas de la política militar proletaria de Trotski: el armamento e adiestramiento de los obreros bajo el control de sus propias organizaciones de clase. De ninguna manera nos alineamos al nacionalismo de los poderíos imperialistas, sin importar el disfraz benévolo que asuma – incluidas las sanciones económicas o guerras como medio de llevar a cabo la terminación a la opresión en otros países.

Nos oponemos a la formación e fortalecimiento de bloques imperialistas, sin favorecer en oposición al nacionalismo de países imperialistas individuales. En el presente, los EE.UU. es el súper poderío dominante, la fortaleza principal del imperialismo mundial. Al proseguir con su impulso inherente de maximizar su tajada de la plusvalía en una economía mundial en descenso abrupto, la guerra de todos contra todos endémica al capitalismo primero tendrá como resultado las guerras comerciales y después el potencial para la tercera guerra mundial entre los imperialistas, la cual si no es prevenida por la revolución socialista podrá aniquilar a millones de personas. La insistencia del imperio norteamericano de vigilar e estabilizar al mundo solamente acelerará el camino hacia una sangrienta guerra mundial.

F. La estrategia y tácticas

El partido revolucionario utiliza todas las tácticas compatibles con nuestra meta de hacer avanzar la conciencia proletaria y la revolución socialista. La vanguardia obrera deberá entender quienes son sus aliados y enemigos. En particular, siempre llamamos por sus nombres correctos a – los nacionalistas burgueses, a los reformistas contrarrevolucionarios y a los centristas vacilantes, especialmente si estamos obligados a aliarnos temporeramente con tales elementos en acciones concretas.

Rechazamos el entrismo a largo plazo en los partidos socialdemócratas, laborales, o estalinistas, y en los frentes únicos a largo plazo. Ambas tácticas, convertidas de esta manera en estrategias, se convierten en obstáculos a la formación del partido de vanguardia.

Rechazamos al electoralismo como estrategia hacia la revolución socialista, ya que es necesariamente reformista. Sin embargo, el partido debe intervenir en las elecciones burguesas con propaganda, candidatos y tácticas de apoyo crítico, con el propósito de aprovechar la oportunidad para popularizar la necesidad de la revolución socialista. Los leninistas generalmente rechazan el boicot a las elecciones hasta que existan unos medios alternos realmente revolucionarios para que las masas ejerzan su voluntad.

Rechazamos los frentes populares entre la clase obrera y los partidos burgueses. La clase obrera no puede compartir el poder político ni con la sombra de la burguesía; alianzas gubernamentales con tales elementos significan la subordinación a la política burguesa. Los miembros del partido no deberán ocupar posiciones en los gobiernos burgueses – incluidos los países del “tercer mundo”, los estalinistas e pos estalinistas como también en los países imperialistas. Rechazamos los tales frentes únicos anti-imperialistas como una versión del frente popular; están en absoluta contradicción a la revolución permanente. Rechazamos al guerrillerismo como estrategia hacia la revolución socialista: va contra la lucha de clases y el desarrollo de la conciencia de clases proletaria. Sin embargo, el partido de vanguardia podrá utilizar la táctica de guerrillas como un adjunto a la lucha de masas en situaciones especificas.

El entrismo, el apoyo crítico, los frentes únicos y el apoyo técnico-militar son armas en nuestro arsenal. Al utilizar tales tácticas, los revolucionarios mantenemos nuestra independencia política y actuamos sobre nuestro derecho a publicitar nuestros propios puntos de vista y luchar a favor del partido revolucionario.

La unidad de nuestra clase en la acción es de importancia crítica, dado la dependencia de los imperialistas en una estrategia divisiva hacia el proletariado. La acción precede la conciencia. La acción de masas es clave para llevar a cabo nuestras demandas transicionales, que asisten al desarrollo de la unidad de la clase obrera en lucha. En el presente mundo, enfatizamos llamados a acciones de masas particulares como las huelgas generales, que la historia nos señala como táctica vital cuando la dirección de clase es débil. Aunque la huelga general no es ni una panacea ni una insurrección revolucionaria por si misma, si plantea la cuestión de cual clase va a regir, plantea la cuestión del poder estatal. Al luchar a favor de la huelga general, enfatizamos su carácter político en contraposición a la burocracia que si se ve obligada a dirigir tal huelga trata de limitar tales acciones al frente industrial. De igual modo, al hacer el llamado a tales acciones de masas, advertimos a nuestra clase que los dirigentes traicioneros trataran de desviarlos de las movilizaciones hacia el distanciamiento de tales acciones.

G. El programa transicional

Aunque el impulso inherente de las luchas del proletariado consiste en retar al sistema capitalista, los obreros se enfrentan a sus enemigos de clases antes de que estén completamente concientes de su clase. Al desarrollar sus conciencias, ven muchos de sus propios e verdaderos intereses y desean demandar inmediatamente que el estado burgués los realice en vez de “esperar” al socialismo. No podemos declarar un ultimátum a que se “espere a la revolución socialista o de otros modos nada” o pedirle a los obreros que pospongan las acciones hasta que ocurra la insurrección. Por consiguiente, el partido revolucionario se une a obreros sin conciencia de clases en lucha a favor de los intereses inmediatos del proletariado y busca demostrar que, a pesar de cualesquiera victorias parciales e temporeras que se logren bajo el capitalismo, en esta época, la verdadera solución a las necesidades de las masas se logrará únicamente con la revolución socialista.

El programa transicional de Trotski fue diseñado como un puente para hacer avanzar la conciencia de las masas combativas en tiempos de luchas de masas. Consiste de demandas algebraicamente formuladas que son parte de la solución del futuro estado obrero y que resumen las necesidades fundamentales tanto de los obreros como de las masas explotadas e oprimidas. Las demandas son de tal naturaleza que se puede luchar a favor de ellas bajo el capitalismo pero solamente se pueden lograr bajo la dictadura proletaria. De ahí, podemos luchar al lado de obreros militantes mientras tratamos de demostrarle en la práctica real que estas demandas, sus demandas, podrán realizarse únicamente con el estado obrero, y no con el estado burgués. La lucha a favor de las demandas le hace posible a la vanguardia demostrar la resistencia de la burguesía y las traiciones de los reformistas, como también el poder de la clase obrera y su impulso más allá de los límites del capitalismo.

El programa transicional es un programa de acción con demandas que el partido de vanguardia puede agitar a favor sin exigirle de antemano a los compañeros obreros que acepten la revolución socialista. Para que sea exitoso, el estamento de avanzada de los obreros debe ser constantemente preparado con una propaganda sistemática de soluciones socialistas revolucionarias y el uso del programa transicional de parte del partido de vanguardia. No existen engaños. Le decimos abiertamente al resto de nuestra clase, que creemos que la revolución socialista es la única solución. A los que todavía no están de acuerdo con nosotros, le proponemos luchar juntos a favor de demandas concretas contra los capitalistas y su estado; la lucha demostrara cual estrategia es la correcta. Como insistiera Trotski, el programa transicional de demandas es un substituto para el programa de reformas pero no es un substituto para el programa máximo por el cual luchamos abiertamente: la revolución socialista. Es nuestra afirmación que las demandas transicionales abren el camino hacia tal reto revolucionario, si los revolucionarios conducen abiertamente la vía a seguir.

La utilización táctica del programa transicional depende de las condiciones locales e temporeras, sobre todo al movimiento y conciencia del proletariado. A veces cuando las masas no están preparadas para entrar en movimiento, la agitación (contrario a la propaganda) del programa transicional esconde al programa revolucionario socialista y promueve ilusiones reformistas. La agitación a favor de las demandas transicionales en esas coyunturas puede peligrosamente sugerir que creemos que el estado capitalista es capaz de llevar a cabo transformaciones masivas a favor de los intereses de los obreros.

Bosquejamos algunas demandas transicionales, algunas de las más importantes para la presente coyuntura, con el propósito de ilustrar el método.

La reducción de la fuerza obrera se convierte crecientemente en un arma capitalista clave en la lucha de clases. Estamos a favor de trabajo para todos, un programa total de obras publicas, una escala móvil de horas para otorgarles trabajo a todos los trabajadores disponibles. Ya que esto confronta directamente a la necesidad capitalista de reducir los salarios con el propósito de aumentar la taza de ganancias, insistimos que la demanda es valida por ser una necesidad humana, independientemente de las consideraciones de ganancias. La riqueza necesaria para estas medidas se pueden obtener únicamente violando la propiedad capitalista: ¡A nacionalizar los bancos e industrias sin compensaciones!

La inflación es una enfermedad endémica del capitalismo decadente, durante algunos tiempos en los diferentes países. Estamos a favor de la escala móvil de salarios, de la misma manera, independiente de las ganancias.

La violencia policíaca contra la clase obrera, especialmente sus secciones mas oprimidas, se encuentran en aumento, junto a los ataques de los matones derechistas. Favorecemos las guardias de autodefensa obreras, las milicias obreras y el armamento del proletariado como pasos hacia la construcción de las fuerzas armadas revolucionarias obreras.

La privatización de los medios de producción estatales se ha convertido en un arma extendida de las clases dominantes para recortar los logros obreros, especialmente en los estados estalinistas e pos estalinistas. Al oponernos al impulso hacia la burguesificación e privatización, estamos a favor de la nacionalización, sin compensación, de las firmas e ramas de la industria que suplen productos e trabajos vitales a la existencia obrera.

Combatimos las formas parroquiales e sindicalistas de auto-gerencia obrera como genuinas soluciones fuera del contexto de la toma del poder estatal.

En el presente, la OCCI le añade a la lista de demandas transicionales la decisiva consigna: ¡Repudio a la deuda! Esto aplica a los países oprimidos e explotados por los bancos imperialistas tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. También es útil en situaciones donde la deuda de los obreros a los bancos ha asumido una importancia trascendental y a situaciones donde las autoridades estatales utilizan la deuda publica a los bancos e casas de corretaje como excusa para negarles las demandas a los obreros.

El partido revolucionario deberá siempre hacer explicitas las implicaciones revolucionarias de las demandas transicionales a los obreros de avanzada. Combatimos todas las nociones de que únicamente las reformas o las luchas sectoriales son capaces de alcanzar logros permanentes durante este periodo. El programa proletario señala hacia la unificación e centralización de las luchas obreras y la necesidad del estado obrero para llevarlas a cabo.

En resumen, el partido revolucionario depende de las luchas de masas del proletariado y el desarrollo de su conciencia política, y no en maniobras escondidas de nuestra clase. No creemos en una etapa populista o una etapa reformista como preludio a una etapa obrera revolucionaria en el distante futuro. Decimos la verdad ahora; si solamente escuchan unos pocos obreros de vanguardia, entonces esos serán los cuadros decisivos para el desarrollo futuro de las masas. No nos vamos a espaldas de estos a los obreros menos concientes. El nuestro es el método de construcción de partido leninista. Antes de convertirse en un partido de masas, el núcleo de obreros de avanzada proclama demandas agitacionales de masas para demostrarles a otros obreros que avanzan que nosotros conocemos la vía a seguir hacia delante.

Como principio, los revolucionarios auténticos no esconden su bandera independiente, programa y partido. Orgullosamente decimos la verdad como la vemos a la clase obrera. Y la formulación principal de lo que somos y tenemos que proclamarle a nuestra clase está encarnado en nuestro nombre: la Organización Comunista por la Cuarta Internacional.